Hablas como un político

Hablas como un político. Hasta es posible que seas uno de ellos. No es un piropo, por supuesto. Nunca lo es. Se escucha en cualquier conversación en la que se esté hablando mal del gobierno, de este o del anterior, o del anterior del anterior. También se hablará así del próximo y de la oposición.

Lo llaman desafección desde hace décadas. Desafección (según la RAE): Circunstancia de no sentir afecto o estima por algo. Es decir, es falta de afecto, falta de amor.

Yo me salvo, porque cuando te has dedicado al análisis político o a la comunicación política durante tanto tiempo, desarrollas un afecto mayor, quizás es más preciso, llamarle interés, por la forma de hablar de los políticos. Comienzas a comprobar que las cosas que salen de la boca de un político son de una determinada manera, es decir, implican una partitura y un ritmo muy determinados. En concreto podríamos destacar algunos elementos:

  1. El personaje político no habla por sí o de sí mismo. No está ahí plantado, hablando de su vida o sus sentimientos, representa a una institución, organización, sector, etc. Aunque no está de más recordar que es una persona con talentos y limitaciones.
  2. La comunicación política alude a conceptos generalmente abstractos difíciles de concretar coloquialmente (justicia, equidad, fiscalidad, soberanía, poder) y que por ello tienden a simplificarse.
  3. El receptor de sus palabras no está predispuesto a creerle o empatizar con él. Porque existe esa desafección que afecta a toda la clase política y que requiera a menudo una comprensión profunda de las audiencias y sus esquemas mentales (escuchar, qué cosas)

¿Por tanto, de qué hablamos cuando decimos que alguien habla como un político? Mi experiencia me dice, al oído, que la gente está pensando en los ritmos particulares de los mítines. Es verdad que, en ese momento álgido de la puesta en escena, se reproducen unos tempos raros, cantarines, poco “HUMANOS”. Y es verdad, la gente no habla así, es más bien el ritmo de la arenga que, aunque poco humano resulta muy pegadizo y enfático. Quizás es que estoy demasiado acostumbrada a ese “TONITO”. Me puede llegar a parecer familiar. Tampoco me aburre hablar de política en un formato más pedante o teórico ni rehúyo los conceptos jurídicos indeterminados. A fin de cuentas, soy esa cosa exótica llamada “POLITÓLOGA”. Pero no se trata de mí, el reto es llegar a muchos más.

Lo cierto es que gracias a que los políticos HABLAN COMO UN POLÍTICO es posible reconocerlos. Es lo que me pasó hace años con ocasión del 15M. Supuestamente estábamos ante un movimiento social (y político) no partidista. El manifiesto empezaba así:

“Somos personas normales y corrientes. Somos como tú: gente que se levanta por las mañanas para estudiar, para trabajar o para buscar trabajo, gente que tiene familia y amigos. Gente que trabaja duro todos los días para vivir y dar un futuro mejor a los que nos rodean.

Unos nos consideramos más progresistas, otros más conservadores. Unos creyentes, otros no. Unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos. Pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor. Por la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros. Por la indefensión del ciudadano de a pie.

Esta situación nos hace daño a todos diariamente. Pero si todos nos unimos, PODEMOS (digo yo, vamos) cambiarla. Es hora de ponerse en movimiento, hora de construir entre todos una sociedad mejor.

Luego el manifiesto seguía cuestionando la economía de mercado, el sistema de partidos en España y clamaba por la participación política directa del pueblo frente a “una dictadura partitocrática encabezada por las inamovibles siglas del PPSOE.”

Al leerlo pues, allá por 2011, a mí, entonces, aquello me olía a que detrás del movimiento había un “algo” político, si no un partido político, al menos un proyecto de él. No me equivoqué. Sin embargo, los supervivientes de Democraciarealya, principal plataforma surgida del 15M, sostienen que PODEMOS (hoy UNIDAS PODEMOS) se apropió de sus conceptos, de sus palabras (pero al parecer no las dictó en su origen) para después defraudarlas convirtiéndose en aquello que habían venido a combatir.

Pero este post no va de tratar de analizar con rigor qué fue antes, el huevo o la gallina, si fue Podemos en una versión anterior como armador de izquierdas indefinidas, quien impulsó el espíritu 15M o al contrario, fue el 15M lo que inspiró el relato de lo que luego sería Podemos. Todo esto daría para una tesis doctoral. Lo único que apunto es que las palabras nos delatan, nos explican, nos definen y a través de ellas es posible acercarse a la realidad. Las palabras que escogemos y los marcos que evocan (en la línea de “No pienses en un elefante”) y cómo esos marcos se refuerzan con el resto de nuestras acciones e imágenes. Ese es un campo de trabajo que me apasiona.

Puede ser verdad o una paparruchada (últimamente resulta difícil apreciar la diferencia entre una y otra) que estamos ante un cambio de era, una catarsis casi estructural que exige aproximaciones nuevas y disruptivas, pero da la impresión que hay un nuevo tipo de héroe que actúa diferente (es más auténtico, más apegado al terreno, más humano, más imperfecto) y que, por tanto, debería también hablar de forma distinta (con más verbos y menos adjetivos, especialmente si estos son descalificativos) y hacerlo en primera persona del plural.

Parece que las gentes nos estamos cansando de la arenga y el sermón, del «guapito de turno» que todo parece saberlo. Tal vez la dosis de comunicación postmoderna, y toda su impostura y continua indignación, nos haya saturado. Habrá que seguir observando y analizando que elementos redundan en la desafección y cuales, por el contrario, nos ayudan a conectar. Falta nos hace recuperar los afectos.

😉
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